sábado, 28 de febrero de 2009

ERIC DUNNING Y SUS ESTUDIOS SOBRE SOCIOLOGIA DEL DEPORTE

RICYDE. Revista Internacional de Ciencias del Deporte
V.3, Nº 7 - Año: 2007
ISSN: 1885-3137
SEMBLANZA


El profesor Eric Dunning

Eric Dunning (Londres) uno de los representantes más prestigiosos de la sociología del deporte a nivel mundial, se graduó en las Universidades de Londres y Leicester. En esta última ha desarrollado la mayorparte de su labor docente y científica, llegando a ser catedrático de sociología. A lo largo de su vida haimpartido clases en muchos países de América y Europa continental. Fue vicepresidente del ComitéInternacional de Sociología del Deporte entre 1979 y 1983. Actualmente es profesor emérito en dichaUniversidad.

A finales de los años ochenta Eric Dunning pone en marcha en el seno de la Universidad de Leicester elSir Norman Chester Centre for Football Research, sin duda el Centro deInvestigación más prestigioso anivel mundial sobre comportamientos violentos en espectáculos deportivos, al frente del cual se encuentra Eric Dunning junto con los que han sido sus principales colaboradores en estos años, los sociólogos Patrick Murphy y John Williams, creando lo que se ha conocido como “grupo de Leicester”.

Su vida profesional está estrechamente ligada a uno de los “grandes” de la Sociología, Norbert Elias. Su encuentro fortuito con el que iba a ser su “maestro” y posterior “colaborador” en dicha Universidad en1956, le marcó su trayectoria profesional. Primero como alumno suyo en la licenciatura de economía y en los cursos de postgrado y posteriormente como profesor ayudante, el trabajo de Eric Dunning ha quedado para siempre vinculado a la obra y el pensamiento del autor de El Proceso de la Civilización. La obra que ambos escriben conjuntamente en 1986 (Quest for Excitement. Sport and Leisure in the Civilizing Process, Basil Blackwell Publisher, Oxford) y que se publica en castellano en 1992 bajo el título Deporte y Ocio en el Proceso de la Civilización (Fondo de Cultura Económica)está considerada como uno de los puntos culminantes de la sociología del deporte y tal vez estemos ante la obra que más ha influido en el pensamiento sociológico deportivo posterior. Sin duda ambos autores ayudaron a otorgar a la sociología del deporte "un linaje respetable” y a que el deporte fuera considerado una parcela de la realidad social digna de estudio y análisis.Además de dicha aportación a los fundamentos de la sociología del deporte, este trabajo se ha convertido en un referente ineludible para todos los estudios sobre violencia y vandalismo en el deporte.

Si Elias había evidenciado las crecientes restricciones de conductas y comportamientos que llevaba implícito el proceso civilizador (lo que tradicionalmente se conoce como "reglas de urbanidad" o "buenas costumbres" implicaban toda una serie de limitaciones en la manera de comer, jugar, pelear o relacionarse sexualmente), ambos autores decidieron centrar su atención en la verificación de hasta qué punto se confirmaba en los espectáculos deportivos dicho proceso. La respuesta es afirmativa pues evidencian que la emergencia del deporte moderno es parte intrínseca de ese proceso civilizador. Tanto los ejercicios de caza, de lucha, las propias competiciones atléticas y por supuesto los más modernos juegos de pelota, experimentaron durante los siglos XVIII y XIX una serie de profundas transformaciones todas ellas en una misma dirección, la que les llevaba hacia formas mucho más reglamentadas, organizadas, institucionalizadas, estables y desde luego menos violentas y más civilizadas.

Ni que decir tiene que esta obra resulta clave para comprender e interpretar en sus justos términos lacuestión de la violencia en relación a los deportes actuales. Frente a otro tipo de argumentaciones mucho más simplistas y por supuesto menos documentadas, este trabajo ayuda a comprender que en las sociedades actuales existe un grado mucho menor de violencia en relación al deporte que en cualquier otro período histórico. El enorme impacto mediático que acompaña a los sucesos de violencia en la actualidad, lo que hacen es evidenciar como el umbral de repugnancia ante sucesos de esta naturaleza se ha elevado en comparación a épocas ecedentes.

Los trabajos sobre vandalismo en el fútbol, llevados a cabo por el grupo de Leicester les situó sin duda a la cabeza mundial en lo que a la investigación sociológica sobre este fenómeno hace referencia. En concreto en su obra The Roots of Football Hooliganism (1988) encontramos los factores esenciales para entender el origen de este problema: los cambios estructurales ocurridos en diferentes sectores de la clase obrera; la aparición de un mercado del ocio específicamente juvenil con la posibilidad y el deseo cada vez mayores entre los jóvenes de viajar de forma regular fuera de su localidad, incluso al extranjero para asistir a los partidos de fútbol; los cambios en la estructura de dicho deporte y sus implicaciones en las relaciones entre los clubes y los seguidores; las formas en que las autoridades futbolísticas y políticas han tratado de combatir este fenómeno y sus consecuencias; los cambios ocurridos en los medios de comunicación de masas, en especial la llegada de la televisión y la aparición de la prensa "sensacionalista"; y, por último, la caída casi absoluta del mercado de trabajo juvenil.

Otra línea muy interesante de estudio que emprenden lo constituye el de los rasgos diferenciales que, en su opinión, puede adoptar este fenómeno en unos países u otros. Estos son: las formas y los niveles de gravedad de los actos de vandalismo que se cometen; el grado de espontaneidad u organización de los mismos; las características sociodemográficas de los individuos implicados; las percepciones populares, oficiales y de los medios de comunicación, sobre la gravedad del roblema del vandalismo; y finalmente las respuestas de los gobiernos nacionales y locales, de la policía y de las autoridades futbolísticas respecto a este fenómeno.

Es muy interesante constatar la aparente contradicción en la que se han visto envueltos Eric Dunning y el grupo de Leicester. Si por un lado todo el origen de sus trabajos sobre violencia y deporte surge del objetivo de verificar en el contexto del fútbol el proceso civilizador elisiano, paradójicamente sus indagaciones les convirtieron precisamente en los primeros especialistas mundiales en el fenómeno del vandalismo en el fútbol. Es como si toda su obra se moviera en un doble nivel, por un lado su vinculación a la obra de Elias remite a Eric Dunning a una perspectiva histórica a largo plazo y sobre todo a unos fundamentos teóricos mucho más profundos; pero por otro su especialización progresiva en un fenómeno tan específico y acotado como el del vandalismo en el fútbol les arrastra a elementos de análisis y reflexión mucho más limitados teórica, espacial y temporalmente.

Sea como fuere lo que sin duda hay que reconocer es que Eric Dunning ha ayudado de forma esencial a comprender mucho mejor el fenómeno de la violencia en el deporte, al contextualizarlo histórica y socialmente; pero también a comprender mucho mejor las situaciones de conflicto en la sociedad moderna.

sociologìa del deporte en España

LA SOCIOLOGÍA DEL DEPORTE EN ESPAÑA

Estado de la cuestión

THE SOCIOLOGY OF SPORT IN SPAIN
State of the Art
DAVID J. MOSCOSO SÁNCHEZ*
Instituto de Estudios Sociales Avanzados de Andalucía (IESA-CSIC)
dmoscoso@iesaa.csic.es
* Quisiera agradecer los comentarios y críticas realizados en la elaboración de este texto a Luis Miguel
Miller, Eduardo Moyano, Manuel Fernández, Alberto Álvarez (IESA-CSIC), Álvaro Rodríguez (U. de Sevilla) y
Núria Puig (INEF de Barcelona).
REVISTA INTERNACIONAL DE SOCIOLOGÍA (RIS)
VOL. LXIV, Nº 44, MAYO-AGOSTO, 177-204, 2006
ISSN: 0034-9712
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RIS, VOL. LXIV, Nº 44, MAYO-AGOSTO, 177-204, 2006. ISSN: 0034-9712
INTRODUCCIÓN
La palabra deporte ha adquirido en nuestros días una proliferación de significados de tal
magnitud que nos resulta difícil saber con claridad a qué hace referencia cuando alguien
la emplea. Esto nos advierte de que se trata de un fenómeno de una enorme complejidad:
un sistema abierto, un fenómeno omnipresente. Tal como apuntara José María Cagigal
ya a finales de los años setenta, “cuando se habla de deporte, o se adjetiva algo como
«deportivo», se hace referencia a un estilo, un hábito, un mundo de comportamiento
definido; o acaso a un área institucional de carácter singular (mundo federativo, competitivo,
etc.); o a una moda dominante en ciertas épocas, casi agobiante en la nuestra. El
apelativo deportivo se aplica lo mismo a un campeón que al gesto generoso de aceptar
un fracaso, a un grandioso espectáculo, a una hazaña solidaria, a una manera de aceptar
la vida, o a una prenda de vestir” (1981). En definitiva, en nuestros días el deporte hace
referencia a un fenómeno cultural de carácter global.
Hace tiempo que se asumió la importancia del deporte en nuestras sociedades. Lejos
quedan las preocupaciones por saber cuáles fueron los orígenes, ya sean sociobiológicos
o culturales, de esta actividad humana. En estos momentos son otras las cuestiones
que nos inquietan sobre este fenómeno cultural, como, por ejemplo, las siguientes:
¿Por qué existen tantos casos de dopaje en el deporte olímpico y de alto rendimiento?
¿Cuáles son los motivos por los que asistimos cada vez más a sucesos de violencia
durante los espectáculos deportivos? ¿Qué es lo que influye en nuestros días para que
existan tantas personas atrapadas por el hedonismo efímero de la práctica deportiva de
aventura y riesgo? ¿Cómo puede contribuir la actividad físico-deportiva a la mejora de
las condiciones de vida de la población mayor? ¿Qué papel ejercen los mecanismos de
socialización, como por ejemplo la educación física o los medios de comunicación de
masas, en la transmisión de valores culturales a través del deporte? etc. En suma, son
muchas las áreas de preocupación y los temas de interés en torno a este fenómeno.
Esto significa que en nuestros días ya no resultan útiles las viejas fórmulas de
reflexión en torno a este fenómeno. Ni los trabajos intelectuales ni los análisis de carácter
descriptivo ayudan a comprender hoy un fenómeno tan complejo y global como lo es el
deporte. Utilizando una expresión de Cagigal (1979), es la hora deportiva de la sociología
y de otras ciencias sociales (la antropología, la psicología, la ciencia política...) que
se dedican a estudiar este fenómeno de una manera tan legítima como lo han venido
haciendo en el pasado otras ciencias de entronque biológico y médico, sobre las cuales
recaía toda atribución científica en el estudio del deporte. En ese sentido, la hora deportiva
de la sociología debe jugarse sobre el terreno, es decir, con un marco de análisis y una
demostración empírica adecuadas.
Hace ya un par de décadas que la sociología del deporte ha venido desarrollando
en España trabajos más o menos característicos de esta perspectiva de análisis, pero
aún son pocos los que han demostrado la madurez de conjugar adecuadamente el razoLA
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namiento analítico con la contrastación de ideas. Desde sus orígenes, la sociología del
deporte en España ha venido experimentando un progresivo desarrollo que ha permitido
comprender mejor el funcionamiento y características de este fenómeno social, a la vez
que ha contribuido a la utilización de originales métodos de investigación sociológica.
García Ferrando (1990:15-16) plantea que existen al menos tres formas de acercarse
al estudio del deporte desde la perspectiva sociológica. La primera forma de hacerlo es la
de carácter experimental, que consiste en emplear el fenómeno deportivo para contrastar
proposiciones generales relacionadas con la conducta social. En este sentido, hace referencia
a los trabajos de Blalock (1969) sobre discriminación ocupacional y de Jiménez
Blanco (1983) sobre la crisis del Estado-nación, si bien podría citarse otras muchas aportaciones
en esta línea, como las de Elias y Dunning (1992) sobre el proceso civilizatorio
en la Modernidad y de Giulianotti (1999) sobre el análisis de la Globalización.
La segunda forma de aproximarse al estudio del deporte desde una perspectiva
sociológica es la de la sociología del deporte entendida en sentido estricto, es decir, la
que trata de comprender este fenómeno haciendo uso de los conceptos, las teorías y
los métodos propios de la sociología. Ésta es la perspectiva más extendida, la que más
resultados ha producido, tanto en el ámbito internacional como en el nacional.
Y, por último, la tercera forma de hacerlo es la de la perspectiva fenomenológica,
entendida como una manera singular de afrontar el estudio del deporte, caracterizada por
ocuparse de la comprensión de los significados que para los actores tiene la práctica de
esta actividad, es decir, de aquellos rasgos que distinguen o caracterizan a este fenómeno
social. “Muchos autores que siguen esta línea contemplan el deporte como una subcultura
propia, con sus específicas normas y reglas, e incluso con su propio funcionamiento”
(García Ferrando, 1990:16).
Al margen de estas tres vías que usualmente se emplean desde la perspectiva sociológica
para el estudio del deporte, también existen distintos enfoques de comprensión
—diferentes corrientes y teorías—, como es propio de nuestra disciplina y que se abordarán
más detenidamente en este artículo. En este sentido, hay quien opina que el pluralismo
sociológico que, como en otros campos, también se da en el ámbito de la sociología del
deporte, responde al carácter multidimensional, complejo y contradictorio de este fenómeno.
No obstante, puede pensarse que se trata de un pluralismo algo restringido, dado
que los métodos de análisis son bastante limitados (poco variados metodológicamente
hablando y poco creativos y complejos en el sentido más teórico del término), lo que
significa, a su vez, que igualmente limitados serán los paradigmas teóricos empleados
para la interpretación de esta realidad (García Ferrando y Lagardera Otero, 1998:15).
Antes de comenzar el análisis aquí propuesto, parece conveniente abordar de una
manera escueta el desarrollo experimentado por la sociología del deporte a escala
internacional, con la finalidad de contextualizar las condiciones que se han dado para el
surgimiento y el desarrollo de esta especialidad en España.
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BREVE ESBOZO HISTÓRICO SOBRE LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA SOCIOLOGÍA DEL
DEPORTE
El fenómeno deportivo ha motivado un gran interés desde sus orígenes. Sin embargo,
es sólo luego del devenir de las grandes transformaciones experimentadas por las
sociedades contemporáneas (durante los siglos XVII y XVIII) que este fenómeno acaba
recibiendo un tratamiento específico. Así, desde mediados del siglo XIX, el deporte fue
objeto de la reflexión intelectual en los ámbitos de la Antropología, la Psicología Social
y la Sociología.
En lo que atañe al ámbito concreto de la Sociología, G. Lüshen y K. Weis, en su obra
Sociología del deporte (1980), hacen mención a toda una panoplia de autores clásicos
que desde la perspectiva sociológica trataron, en distintos términos y bajo motivaciones
dispares, el fenómeno deportivo: Spencer aludía a él para referirse a la educación; Weber
se pronunció sobre este fenómeno en su interés por el puritanismo y las reglas del juego;
Simmel hizo lo propio para abordar el tema del conflicto y el asociacionismo; G. H. Mead
tomó como marco de análisis este fenómeno para desarrollar su teoría de los roles; y
Znaniezki o Scheler, entre otros, prestaron especial atención a las funciones socializadoras
del deporte.
Posteriormente, a comienzos del siglo XX se constatan ya intentos por desarrollar
esta línea de investigación en el ámbito de la sociología, destacando en este sentido los
trabajos de Steinitzer (Sport und Kultur), en 1910, y Reisse (Soziologie des Sports), en
1921 —este último es quien emplea por primera vez el término “Sociología del Deporte”.
No obstante, estos intentos no se intensificarían y sistematizarían hasta poco después
de la mitad del siglo XX, momento en que el deporte recibe una mayor atención en el
ámbito de la investigación social. Destacarán en estos años los trabajos de Dumazedier
(Regards neuf sur le sport), en 1950, Popplow (Zu einer Soziologie des Sports), en 1951,
y Plessner (Soziologie des Sports), en 1952.
Esta serie de trabajos y los que se suceden posteriormente darían lugar al nacimiento
de la sociología del deporte, hecho que se suele situar en torno a 1950. A partir de este
momento, Loy (1980) plantea distintas etapas respecto al nacimiento y el desarrollo de
esta especialidad, estableciéndolas según una serie de hitos históricos que se produjeron
en su seno y de ciertas posturas científicas que marcan su transcurso. En opinión de este
autor, son tres los períodos vividos hasta nuestros días en el desarrollo de la sociología
del deporte.
El primer período, que transcurre entre 1950 y 1964, es considerado habitualmente
como un espacio en el que se pronuncia esta especialidad en el ámbito de la comunidad
científica, sirviendo para que se adquiriera conciencia respecto al papel que la sociología
podría ejercer en la investigación social del deporte. El interés a este respecto era contribuir
al diseño de las políticas públicas orientadas a la ordenación de la actividad física y
el deporte; —actividades, por otro lado, que estaban comenzando a experimentar una
importante expansión.
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El segundo período, que va desde 1965 a 1972, queda marcado por la definitiva
institucionalización como especialidad de la sociología a través de la constitución del
Consejo Internacional de Sociología del Deporte, en Ginebra, el cual pasa posteriormente
a inscribirse en el seno de la International Sociology Association (ISA), en Varsovia, en
1965. A partir de ese momento se multiplican los trabajos, investigaciones, encuentros,
coloquios, en definitiva, la actividad intelectual y científica de la sociología del deporte,
fundamentalmente por parte de norteamericanos, anglosajones y centroeuropeos. Será
un momento decisivo, porque se llevarán a cabo los intentos más serios hasta entonces
realizados en la definición de la naturaleza de esta especialidad. Entre otros muchos
acontecimientos, al margen de los ya señalados, merece ser destacado el nacimiento
de la International Review of Sport Sociology (IRSS), en 1966, que pasaría a convertirse
desde entonces en el órgano oficial del Comité Internacional de Sociología del Deporte
de la ISA. También constituye un hito relevante la publicación en 1968 de la primera tesis
doctoral sobre sociología del deporte, en Francia, por parte de M. Bouet (Signification
du sport). Durante ese mismo año y en ese mismo país, el INSEE publica los resultados
obtenidos de la aplicación de una encuesta sobre la utilización del tiempo libre entre los
ciudadanos franceses, donde por primera vez se introdujeron cuestiones relativas a la
práctica deportiva.
El tercer período comienza en 1972 y se extiende hasta nuestros días. Está marcado
por los Juegos Olímpicos de Munich (1972), que suponen un incremento del interés hacia lo
deportivo, debido al avance de los medios de comunicación de masas y a la competitividad
entre las potencias más desarrolladas. Ese momento estará caracterizado por la aparición
de numerosos grupos de trabajo e investigación en el ámbito internacional. Se publican
más números de la IRSS y aparecen nuevas revistas1, además de numerosas obras sobre
sociología del deporte. Asimismo, a partir de 1975 comienzan a celebrarse, cada cuatro
años, congresos sobre sociología y deporte, bajo el auspicio del Consejo Internacional
de Sociología del Deporte (ICSS). En suma, tal como recoge García Ferrando, “el crecimiento
de la disciplina de la Sociología del Deporte es tan rápido que en 1978, en una
bibliografía internacional preparada en la Universidad de Illinois aparecen 2.853 artículos
científicos y 723 libros que se ocupan de temas propios de la sociología del deporte. En
1981, Lüschen y Sage publican el Handbook of Social Science of Sport, que recoge en
su bibliografía internacional hasta 6.147 citas de autores que han publicado artículos
científicos o libros sobre sociología del deporte” (1990: 17).
1 Entre otras, las siguientes: Sociology of Sport Journal, de la North American Society for the Sociology
Sport, fundada en 1984; Revue Internationale des Sciences du Sport et de l’Education Phisique, de la Association
Francophone pour la Recherche en Activités Physiques et Sportives, fundada en 1980; European Journal
for Sport and Society, de la European Association for Sociology of Sport (EASS), fundada en 2001; Journal of
Sport and Social Issues, de la Northeastern Universtity’s Center for the Study of Sport in Society, fundada en
1977; Journal of Sport Management, de la North American Society for Sport Management, fundada en 1984; y
Sportwissenschaft, de la Deutschen Sportbund y Bundesinstitut für Sportwissenschaft, fundada en 1970.
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ORIGEN Y DESARROLLO DE LA SOCIOLOGÍA DEL DEPORTE EN ESPAÑA
Para llevar a cabo la tarea aquí propuesta de reconstrucción y revisión crítica sobre el
desarrollo experimentado por la sociología del deporte en España, parece conveniente
apoyarse en la consideración de seis aspectos: 1) los principales hechos que marcan
cada momento; 2) la consolidación académica y científica de esta especialidad; 3) el
grado y tipo de presencia de los investigadores en el ámbito de la sociología del deporte;
4) la representatividad de la investigación realizada en esta área de conocimiento; 5) el
desarrollo del cuerpo teórico y metodológico; y 6) los temas de interés sociológico en
la investigación del deporte. Pocos autores han entrado en el análisis diacrónico de la
sociología del deporte en este país2 y, entre los que lo han hecho, ninguno ha tratado de
establecer una periodización manifiesta sobre el desarrollo de esta disciplina. En esta
ocasión puede resultar de interés realizar esta tarea, tratando de ubicar este proceso en
distintos momentos a partir del análisis —en todo caso, no de una manera sistemática— de
los citados aspectos.
Según este análisis, podemos establecer una periodización caracterizada por tres
etapas en el desarrollo de la sociología del deporte en España: Nacimiento, Crecimiento
y Consolidación. A continuación se analizan cada una de ellas.
Etapa de Nacimiento (finales de los setenta y años ochenta)
En España, al igual que ha ocurrido en otros países europeos, antes de la definitiva institucionalización
de la sociología del deporte, este fenómeno se abordó exclusivamente
desde el ámbito de la reflexión y el empirismo abstracto. Entre otros autores, mostraron
su interés Francisco Giner de los Ríos, Ortega y Gasset y José Luis López Aranguren.
No obstante, quien se convirtió en referente por antonomasia para los sociólogos interesados
por el estudio del deporte fue José María Cagigal (1928-1983), que no siendo
sociólogo en el sentido estricto —pues era filósofo de formación—, empleó sus diversos
conocimientos en pedagogía, antropología, sociología e historia, para analizar desde un
enfoque multidisciplinar el estudio social del deporte.
El interés que en los años sesenta y setenta del pasado siglo adquiere el deporte en
España como objeto de reflexión intelectual se debe fundamentalmente a las grandes
transformaciones que experimenta el país a esos momentos. En efecto, la sociedad española
vive en ese periodo su definitivo proceso de industrialización, al que le sigue el fin
de la dictadura franquista y la transición hacia la democracia. Ello supuso un revulsivo en
muchos campos sociales, inclusive el del deporte, que no se encontró ajeno a este clima
2 Cabe destacar los trabajos de García Ferrando (1990); Lagardera Otero (1991); Puig (1995 y 1996);
García Ferrando y Lagardera Otero (1998); y Mosquera y Puig (2003).
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de cambio y reivindicación: “Se pretendía ampliar las bases del deporte popular, facilitar
la práctica deportiva del mayor número posible de personas en instalaciones apropiadas;
se aspiraba a universalizar la enseñanza y práctica de la educación física y el deporte en
la escuela, y todo ello desde la consideración del deporte como un derecho ciudadano,
un servicio público” (García Ferrando y Lagardera, 1998:37). A partir de ese momento se
irá normalizando la situación deportiva en España, al formalizarse la enseñanza reglada
en educación física, por un lado, y al aumentar el número de instalaciones y practicantes,
por otro, dos hitos que serán decisivos.
En lo que atañe al primero de esos hitos, la creación de la Ley General de la Cultura
Física y el Deporte (Ley 13/1980) significó que todos los centros de educación básica
obligatoria debían ofrecer unas infraestructuras deportivas suficientes para la enseñanza
de la educación y la cultura física. Además, apoyaba la construcción de otros espacios
e instalaciones deportivas de uso público para el fomento o promoción de las diferentes
disciplinas deportivas. Este hecho tuvo un efecto inmediato: la implantación de la Licenciatura
en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y la Diplomatura de Maestro en la
especialidad de Educación Física, dos figuras docentes cuya labor exigiría una necesaria
ampliación de los conocimientos de la educación a través del deporte, a fin de mejorar la
efectividad de las labores docentes y prever las consecuencias que para el estilo de vida
de los ciudadanos tienen las actividades deportivas.
Dicho hito cuenta con un importante precedente histórico: la enseñanza de la Educación
Física ya se venía desarrollando con anterioridad en España, si bien los estudios se
realizaban en ámbitos no académicos prácticamente hasta finales de los años setenta
(en el ámbito de las federaciones y clubes deportivos, las escuelas de formación política
y, desde 1967, a través del recién creado Instituto Nacional de Educación Física, cuyas
principales sedes serán las de Madrid (1967) y Barcelona (1975))3. La Educación Física
se terminaría por vincular al ámbito académico desde mediados de los años setenta
(mediante una fórmula de dependencia administrativa) y, definitivamente, a partir de 1981,
año en el que se pone en vigor un nuevo Plan de Estudios.
Este proceso de instauración reglada de la enseñanza en educación física fue
determinante para el nacimiento de la sociología del deporte. La creación de los
INEFs y demás Facultades equivalentes se convirtió en el revulsivo apropiado para el
surgimiento de una masa crítica y un marco institucional. Entre sus planes de estudio
se impartía la asignatura de Sociología del Deporte y, por tanto, había un profesorado
específicamente formado en esta disciplina. “Además, en sus laboratorios se desarrollan
proyectos de investigación con esta materia. Aunque en tiempos anteriores
3 Posteriormente se crearán en otras ciudades españolas: Lleida y Granada (1982), Vitoria (1986),
Valencia, Las Palmas de Gran Canaria, A Coruña y León (1987), Cáceres y Toledo (1994), Vigo, Universidad
Católica de San Antonio de Murcia, Universidad Europea de Madrid, Universitat Ramon Llull de Barcelona y
Universitat de Vic.
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en algunas Facultades universitarias se hubieran realizado proyectos sociológicos
sobre el deporte, faltaba el marco vertebrador que aglutinara los esfuerzos. Entonces,
se producía el hecho que el alumnado de estos centros acudía a los INEF en caso
de querer investigar o ampliar sus conocimientos en sociología del deporte” (Puig,
1996:148).
El segundo hito fue el impacto causado por la Carta Europea del “Deporte para
todos” de 1975, en la que se sostenía que “la promoción del deporte, como factor
importante del desarrollo humano, debe ser estimulada y sostenida de forma adecuada
por los fondos públicos” (artículo 2º de la Carta). Esta idea incidió de forma importante
en las administraciones públicas españolas, materializándola a través de las famosas
Campañas de “Deporte para Todos”. Con estas campañas, las instituciones públicas
asumían su responsabilidad de ayudar “a todos los ciudadanos, cualquiera que sea
su edad, sexo, profesión, a comprender el valor del deporte y a practicarlo durante
toda la vida” (Junta de Andalucía, 1987). Y la mejor forma de hacerlo era creando
“mejores condiciones para la práctica del deporte para todos, dejando de ser privilegio
de minorías para pasar a ser un logro y una necesidad de toda sociedad” (Ibid.:
1987). Esto, en última instancia, exigía la construcción de instalaciones deportivas
para facilitar la práctica del deporte.
Ante esta nueva situación, las administraciones públicas, sobre todo las corporaciones
locales, requerían datos, inexistentes hasta ese momento, para poder planificar
adecuadamente tales campañas y las políticas públicas vinculadas en materia
deportiva —dado que en muchos ayuntamientos se crearon Fundaciones Municipales
Deportivas, que necesitaban información para intervenir sobre esta materia—, y en
esa coyuntura la sociología del deporte comienza a adquirir presencia (Puig, 1995).
Así, como resultado, desde algunos organismos públicos y entidades privadas sin
ánimo de lucro se procedió a la publicación de manuales sobre “Deporte y Municipio”,
con el fin de establecer criterios de actuación, basándose en el conocimiento sociológico
de la realidad deportiva española. Fruto de ese escenario será una iniciativa
importante: la puesta en marcha de un instrumento de medida sobre los hábitos y los
comportamientos deportivos de los españoles, consistente en las famosas encuestas
sobre el comportamiento deportivo de la población4.
4 Esta encuesta se comienza a aplicar en 1980 con la financiación del Ministerio de Cultura y bajo la
dirección de García Ferrando. Consiste en un barómetro que se ha venido realizando desde entonces hasta
nuestros días de manera quinquenal (1980 a 2005), habiéndose realizado seis encuestas hasta el momento,
lo que permite conocer de una manera comparada la evolución de las tendencias respecto a las actitudes, los
comportamientos y los hábitos deportivos de los españoles. Hay que decir que este instrumento en sí mismo
se ha convertido en uno de los estandartes de la sociología del deporte en España, ya que es la máxima
expresión de nuestra disciplina, debido a la importancia de la encuesta y, sobre todo, a su continuidad y
duración histórica. Además, ha tenido un efecto multiplicador, porque, desde que se aplicara por primera
vez, otras encuestas de este tipo se han venido desarrollando en las Comunidades Autónomas y en muchas
provincias y ciudades españolas.
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Además de lo anterior, entre 1986 y 1991 también se puso en marcha un Censo Nacional
de Instalaciones Deportivas (CNID), a través del Consejo Superior de Deportes, que ofrecía
datos sobre el número y las características de las instalaciones deportivas españolas y
que se volvió a realizar nuevamente en 1997. Este instrumento permitió desde entonces
analizar la situación en materia de infraestructuras deportivas entre territorios y tipos de
infraestructuras, pudiéndola comparar también desde una perspectiva diacrónica.
Este escenario que se acaba de describir confirma la emergencia de la sociología del
deporte como especialidad académica y científica. La clave está en que, como apunta
Puig (1996), “el deporte pasa de entenderse como problema social a ser concebido
como problema sociológico”; es decir, deja de ser sólo un objeto de preocupación social
a convertirse también en un objeto de preocupación científica. Como consecuencia, “la
sociología del deporte se dotará de unos instrumentos teóricos y metodológicos que le
permitirán entender el deporte más allá del sentido común, las ilusiones de transparencia
y las falsas evidencias. Se produjo, por tanto, una ruptura epistemológica” (Mosquera y
Puig, 2003).
En coherencia con ello, desde la comunidad científica se respondería a la demanda
de información en materia deportiva que hacen las administraciones públicas y el sistema
educativo, a la luz de esa institucionalización del deporte en la vida pública española. Se
puede decir que “se vivía un momento histórico que condicionaba mucho a las personas
que estaban vinculadas al deporte y las problemáticas suscitadas eran muy «reivindicativas
»: ¿cuántas instalaciones hay?, ¿cuántas se necesitan?, ¿cuántas personas pueden
o no pueden acceder al deporte?...” (Puig, 1996: 144). Estas demandas se materializarán
a través del diseño de instrumentos de medición de los comportamientos deportivos, la
aplicación de censos de instalaciones, la organización de encuentros académicos y el
asociacionismo científico como se expondrá a continuación.
Fruto de esas respuestas, en noviembre de 1983 se celebró el 1er Simposio El
Deporte en la Sociedad Española Contemporánea, un encuentro al que se suele hacer
referencia por ser considerado como un punto de partida en el proceso de madurez de
la sociología del deporte en España. Dicho simposio reunió a un ingente número de
participantes interesados en el estudio social del deporte, la mayoría de ellos profesores
que impartían docencia en los Institutos Nacionales de Educación Física (INEF). Esto
explica el hecho de que se presentaran pocos trabajos empíricos y, además, que hubiera
un cierto distanciamiento entre esta nueva disciplina y la teoría sociológica general (no se
dan apenas referencias a los autores clásicos ni se inscriben en las principales corrientes
sociológicas).
En suma, este periodo estuvo caracterizado por una escasa presencia de sociólogos
dedicados al estudio del deporte. Se puede decir que esta presencia queda reducida a
unos pocos nombres, entre los que desde el primer momento destacaron García Ferrando,
Puig y Martínez del Castillo, quienes, gracias a sus lazos con la sociología del deporte
que se hacía en otros países de Europa, comenzaron a desarrollar esta especialidad en
España.
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Por lo demás, en esta etapa tampoco eran muchos los temas de interés, pues en aquel
momento la preocupación política en materia deportiva y, en definitiva, la preocupación
social respecto al deporte se reducía a dos cuestiones: práctica deportiva e instalaciones
deportivas. Con ello, los temas de estudio más habituales eran los hábitos deportivos, la
oferta de servicios e instalaciones deportivas, el sistema organizativo (clubes, federaciones,
deporte municipal, etc.) y el “Deporte para Todos”.
Etapa de Crecimiento (años noventa)
En la anterior etapa, la sociología del deporte había conseguido mostrarse como una perspectiva
de interés para las administraciones públicas y para cierto público especializado. En
esta segunda etapa, que transcurre a lo largo de los noventa, el mayor logro fue alcanzar
el reconocimiento en el seno de la comunidad académica y científica. Esto fue posible
gracias a dos hechos: la creación del grupo de trabajo “Sociología del Deporte y el Ocio”
en el seno de la Federación Española de Sociología (FES), en 1989, y la aparición de la
Asociación Española de Investigación Social Aplicada al Deporte (AEISAD), en 1991.
En relación con el primero de esos hechos, en 1989, la Federación Española de
Sociología (FES), durante su III Congreso, titulado “La Sociología ante los Retos del Siglo
XXI” y celebrado en San Sebastián, incluye por primera vez el área de “Sociología del
Ocio y el Deporte”. Este acontecimiento fue decisivo para esta especialidad de la sociología,
ya que desde entonces esa área ha mantenido su presencia en el seno de la FES,
recogiendo en sus posteriores congresos las aportaciones realizadas por los sociólogos
dedicados al estudio del deporte en España.
La importancia de este Congreso es compartida, además, por algunos autores (Mosquera
y Puig, 2003), por reconocer que en el marco de dicho encuentro se gestó, con
el impulso del profesor García Ferrando y otros sociólogos del deporte (Puig, Heinemann,
Martínez del Castillo, Mosquera, Fraile, etc.), el embrión de lo que sería la asociación que
a día de hoy se ha convertido en la institución aglutinadora de la sociología del deporte en
España, denominada AEISAD (asociación Española de Investigación Social Aplicada al
Deporte). Se trata, en todo caso, de una asociación que agrupa a investigadores sociales
procedentes de otras muchas disciplinas académicas. Así, en este III Congreso de la FES
“quedó clara la necesidad de aunar esfuerzos para avanzar en el conocimiento riguroso
del deporte, puesto que se llega a la conclusión de que es preciso mejorar la calidad de
los trabajos realizados y alcanzar el nivel de otros países europeos” (Mosquera y Puig,
2003).
Así, coincidiendo con la celebración del Congreso Políticas Deportivas e Investigación
Social, celebrado en Pamplona en abril de 1991 y organizado por el Gobierno de Navarra,
tiene lugar la creación de la AEISAD. En último término, existía la necesidad de crear un
marco institucional, un espacio de encuentro y, por tanto, un instrumento de referencia,
entre los sociólogos que se dedicaban al estudio del deporte, y éste se materializó finalmente
en la AEISAD.
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No se trataba de agrupar sólo a los sociólogos del deporte, sino a todos los científicos
sociales, cualquiera que fuera su disciplina de estudio (sociólogos, antropólogos, economistas,
historiadores, arquitectos, juristas, licenciados en educación física, etc.), que en todo
caso tuvieran al deporte como objeto de investigación. Al fin y al cabo, esta comunidad no
era muy abundante y, desde su origen histórico en el ámbito internacional, la sociología del
deporte ha sido eminentemente interdisciplinar (Lüschen y Weis, 1979:13). Por lo tanto, lo
que se pretendió fue agrupar a la mayoría de los expertos en el estudio social del deporte,
“con el objetivo de realizar un análisis inicial y global de la realidad deportiva y, al tiempo,
proporcionar pautas a seguir, puesto que se entendía que faltaban bases sólidas para
desarrollar un trabajo científico” (Mosquera y Puig, 2003).
En ese escenario de emergencia de la AEISAD se desarrollaría un evento que marcará
la definitiva institucionalización de la sociología del deporte en España. En el año
1992 se celebran los Juegos Olímpicos de Barcelona. Este acontecimiento hizo que el
deporte despertara un gran interés en el ámbito de la Administración Pública, los medios
de comunicación de masas y la sociedad en su conjunto, lo que motivó a su vez un
incremento de las investigaciones sobre el fenómeno deportivo. De hecho, en el marco
de los citados juegos se celebró en Málaga el Congreso Científico Olímpico de 1992,
que tendría una área específica sobre sociología, en la que lo más interesante serían las
comunicaciones presentadas en dos de los seminarios organizados: el seminario coordinado
por Laurence Chalip (USA) y Klaus Heinemann (RFA), bajo el título “Buscando la
relevancia desesperadamente: el papel de las Ciencias Sociales en la política deportiva”,
y el seminario coordinado por Gyóngyi Foldesi (Hungría), con el titulado “Investigación
comparativa en Sociología del Deporte: problemas y perspectivas”.
Estos Juegos Olímpicos se convertirían en una oportunidad histórica para la consolidación
de esta especialidad. Como indica el propio García Ferrando, su preparación
“presentó una situación casi de laboratorio social, para estudiar en España la asignación
de recursos públicos al desarrollo del deporte. [...] Pero al margen de los temas presupuestarios,
se encuentran otros temas que también interesan a la sociología, tales como la
evaluación de la influencia social de los Juegos Olímpicos, o el estudio del impacto de los
medios de comunicación de masas en la difusión y popularización de hábitos deportivos
en la población” (1990:23). En este escenario, el II Congreso de la AEISAD se celebraría
ese mismo año en Burriana (Castellón) con el título “Ciencias Sociales y Deporte”, lo que
supuso un paso adelante en este esfuerzo por consolidar el estudio social del deporte en
España.
Con todo, tanto la iniciativa de la FES como la creación de la AEISAD permitieron
que los profesores universitarios e investigadores vinculados al estudio social del deporte
encontraran un lugar de referencia, intercambio de conocimientos y experiencias y, en
definitiva, de comunicación, con el que trabajar sobre los temas propios de la sociología
del deporte. Así, en estos espacios emergió un marco institucional que agrupaba a un
colectivo de investigadores con intereses comunes (la investigación social del deporte),
generando a su vez con ello, como lo hizo años antes la creación de los INEF, una cierta
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masa crítica. En efecto, eran muchos más los sociólogos que comenzaron a dedicarse
al estudio del deporte, si bien aún seguían representando una pequeña minoría, sobre
todo en proporción a los profesores de educación física que trabajaban sobre esta cuestión
desde una perspectiva social. Además, siendo cierto que se observaba una mayor
participación en los encuentros de sociología del deporte, también lo es que no seguían
siendo demasiados los investigadores que lo hacían de una manera regular.
Este crecimiento del número de investigaciones sociales sobre deporte estuvo caracterizado,
por un lado, por el empleo del cuerpo teórico propio de la sociología general y,
por otro lado, por una diversificación de los temas de estudio. En relación con el primero
de los aspectos, efectivamente se aprecia que comienza a desarrollarse un cuerpo teórico
que mantenía mayor relación con las principales corrientes y los grandes postulados
de la sociología general, si bien este desarrollo teórico aún no alcanzaba los niveles de
madurez que se daban por entonces en otras áreas de trabajo de la sociología. Además
del desarrollo teórico, también se observaba un avance en la producción empírica.
En lo que atañe a la diversificación de los temas de estudio en sociología del deporte,
las causas hay que buscarlas en el desarrollo del sistema deportivo y el propio desarrollo
de la sociología. En efecto, las nuevas formas de práctica y organización deportiva se ven
acompañadas paralelamente por nuevos modelos de interpretación y análisis sociológico.
Así, a los tradicionales temas de estudio se les unirán ahora otras muchas preocupaciones,
tales como las cuestiones relacionadas con la educación física, la integración de la
perspectiva de género en la práctica del deporte, la influencia del deporte olímpico en
la reproducción de los hábitos deportivos de la población, la incidencia de los mercados
profesionales deportivos, el papel de los medios de comunicación de masas en el consumo
del deporte espectáculo, las nuevas formas de organización deportiva, la emergencia de
nuevos deportes y espacios deportivos, el fútbol y la violencia, etc.
Etapa de Consolidación (a partir del año 2000)
A partir del 2000, año en el que se celebra el VI Congreso de la AEISAD Deporte y
Cambio Social en el Umbral del Siglo XXI, se observa un proceso de inflexión que hace
pensar que la situación que se da en estos momentos en el ámbito de la sociología del
deporte constituye el comienzo de una nueva, que puede ser entendida como un periodo
de consolidación.
Esta nueva etapa, aunque no es muy distinta de la anterior, da paso a una situación
de estabilidad, que se concreta en el hecho de que esa masa crítica generada a lo largo
de los años noventa se mantiene y existe una continuidad en lo que respecta al nivel de
producción científica. Prueba de ello es que el grupo de trabajo de “Sociología del Ocio
y el Deporte (y a partir de ahora, también del turismo)” de la FES persiste al paso del
tiempo y la AEISAD continúa cumpliendo sus propósitos de agrupación y comunicación
entre investigadores sociales del deporte, mediante la organización de los congresos
bienales.
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Por tanto, el número de profesores e investigadores que se dedican a la sociología
del deporte se estabiliza y el número de investigaciones sigue incrementándose lenta,
pero progresivamente. En todo caso, esta situación se desarrolla de una manera peculiar,
dado que se experimenta un mayor crecimiento del número de investigadores que, sin
ser sociólogos, se dedican a analizar el deporte desde una perspectiva sociológica.
Quizá, lo que diferencia más a esta etapa de las anteriores es que se experimenta
una intensificación de la variedad de temas que se estudian —ya no sólo aquéllas que
interesaban en el pasado, sino otras nuevas— y, sobre todo, porque ahora se comenzará
a estudiar aspectos cada vez más específicos del fenómeno deportivo; es decir, a los
habituales temas de estudio se le unen ahora preocupaciones concretas como el estudio
sobre la contribución del deporte a la mejora de la calidad de vida de las personas mayores
o a la integración de los inmigrantes, el conocimiento sobre los procesos de construcción
y apropiación simbólica de los espacios deportivos, etc.
En definitiva, la etapa de consolidación, que es donde nos ubicamos en estos momentos,
es una etapa de estabilidad en ciertos aspectos, lo cual no necesariamente debe
entenderse de una manera positiva. Tal cual podría valorarse, se trata de una consolidación
de la disciplina, que es el resultado de la labor desarrollada por los sociólogos del deporte
en las dos últimas décadas, si bien esta colectividad se encuentra ahora en una situación
en la que le hacen faltan referencias para seguir avanzando.
REFLEXIÓN CRÍTICA SOBRE EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOGÍA DEL DEPORTE EN ESPAÑA
En esta reconstrucción sobre el proceso de desarrollo experimentado por la sociología
del deporte en España hemos podido identificar una serie de cuestiones que merecen un
análisis crítico de mayor profundidad. Este punto se dedica a reflexionar sobre algunas de
ellas con un doble objetivo: complementar dicha reconstrucción con alguna información
de interés para comprender en mayor grado el desarrollo de esta especialidad e incitar
al debate en el seno de nuestra comunidad científica. En todo caso, no ha lugar aquí
para profundizar demasiado en tal ejercicio de reflexión, por lo que se tratarán sólo las
cuestiones que suscitan mayor inquietud. En concreto, sobre las principales aportaciones
que ha realizado la sociología del deporte en España desde sus comienzos y sobre el
nivel y características de los trabajos de investigación.
Las aportaciones de la sociología del deporte
En la introducción se ha hecho referencia a tres posibles formas de acercarse al estudio
del deporte desde una perspectiva sociológica: de manera experimental, en el estricto
sentido de la óptica de la sociología del deporte y desde una perspectiva fenomenológica
—ésta última como una mirada específica de la sociología del deporte. En cambio, no se
ha apuntado nada aún en relación a las perspectivas teóricas y metodológicas empleadas
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por la sociología para el análisis de este fenómeno. Y esta cuestión tiene un gran interés,
dado que su conocimiento puede ayudarnos a delimitar las áreas de estudio sociológico
del deporte y, por tanto, a establecer valoraciones sobre las principales aportaciones de
esta disciplina al conocimiento del fenómeno deportivo.
Para algunos sociólogos, el estudio del deporte desde la perspectiva sociológica se
caracteriza —tal como ocurre en otras áreas de trabajo de la realidad social (Bourdieu y
Coleman, 1991; Giner, 2003)— por un pluralismo teórico y metodológico, que se explica a
su vez por ese carácter dinámico y complejo con el que nos hemos referido al fenómeno
deportivo. A este respecto, coincido con los que mantienen esta posición —como, por
ejemplo, García Ferrando y Lagardera (1998)—, pero sólo parcialmente y, por tanto, con
ciertas matizaciones. Considero que es cierto que el interés sociológico por el deporte
ha logrado ampliar en los últimos años su perspectiva de análisis. De hecho, han sido
interesantes los avances logrados en el estudio sociológico del deporte desde las perspectivas
funcionalista, marxista, figurativa, estructuralista, feminista y el interaccionismo
simbólico y la perspectiva feminista. Ahora bien, también hay que decir que esta diversificación
de miradas sociológicas sobre el fenómeno deportivo es relativamente reciente
y se encuentra poco desarrollada, ya que durante muchos años no había conexión entre
sociología del deporte y teoría sociológica general. Además, tampoco se ha apreciado
un gran desarrollo empírico en el estudio sociológico del deporte desde sus inicios.
No obstante, como apuntaba antes, probablemente se haya avanzado mucho en el
estudio del deporte desde esas perspectivas de análisis señaladas (García Ferrrando y
Lagardera, 1998). Así, por ejemplo, la perspectiva funcionalista nos ha ofrecido una visión
muy interesante sobre el carácter orgánico del deporte, entendiéndolo como un fenómeno
que reproduce y refuerza el modelo social vigente (a través de las normas, los valores, las
sanciones, el tipo de estratificación, etc., característicos del sistema deportivo) y sobre su
función integradora y socializadora para lograr el orden social.
Por su parte, la perspectiva marxista del deporte ha mantenido una posición crítica
respecto a la postura de análisis anterior, fundamentalmente porque no se muestra afín
a esa percepción sobre la función estabilizadora del deporte, dado que considera que lo
que hace esta actividad es contribuir a la aquiescencia moral de las masas sociales y, en
consecuencia, al mantenimiento de las relaciones de dominación de unas clases sobre
otras.
Otra visión distinta es la que nos ha ofrecido la perspectiva figurativa, que pone su
énfasis en el proceso civilizador del deporte, es decir, que considera a esta actividad
como un elemento conciliador de las relaciones de reciprocidad entre el individuo y la
sociedad —en otras palabras, que ha contribuido a reducir la violencia en el marco de
las relaciones sociales— en el proceso hacia la Modernidad.
En otro sentido, también hay que contemplar la aportación de la perspectiva estructuralista,
la cual ha arrojado cierta luz sobre los mecanismos que influyen en la elección
de las prácticas deportivas de los individuos. Según esta perspectiva, la pertenencia a
una determinada clase social es algo decisivo, ya que en su seno existen propiedades
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de carácter social y cultural que hacen que optemos por prácticas deportivas afines en
intereses y gustos a nuestros grupos de pertenencia.
Una perspectiva diferente a las anteriores es la del interaccionismo simbólico, que
no dirige su atención a las relaciones estructurales de los individuos, sino que se ocupa
del sentido subjetivo de la acción social. Algunas de las principales aportaciones sobre
el estudio del deporte que se han realizado desde esta perspectiva son la comprensión
de los significados sociales y las emociones en el deporte. Así, “el deporte ostenta muy
distinta significación según diferentes grupos de personas, en especial si éstas responden
a diferentes patrones culturales” (Weis, 1990:19).
Finalmente, la perspectiva feminista también ha contribuido al conocimiento
sociológico del fenómeno deportivo. Siguiendo las orientaciones marcadas por las
principales teorías feministas (las teorías de la diferencia, la desigualdad y la opresión),
esta perspectiva ha arrojado luz sobre las desigualdades de género y los abusos que
experimentan las mujeres en el ámbito deportivo y sobre las diferencias en términos
de capacidades físico-deportivas entre hombres y mujeres (es decir, diferencias de
carácter social y cultural, biológicas y psicológicas). A estas preocupaciones se les
suman ahora otras nuevas, como, por ejemplo, la masculinización del cuerpo entre las
mujeres deportistas.
En suma, todas estas perspectivas sociológicas han contribuido al conocimiento
del fenómeno deportivo5. En algunos casos, la contribución se ha debido a la propia
perspectiva de análisis, al ofrecernos una interpretación muy particular sobre los hechos
deportivos; este es el caso, por ejemplo, de las perspectivas funcionalista, marxista,
estructuralista y figurativa. En otros casos, la aportación de estas perspectivas ha sido la
de acceder a realidades algo más complejas, menos globales y más subjetivas, tal como
lo han hecho el interaccionismo simbólico y las perspectivas feministas. En cualquier
caso, todas han contribuido de una forma u otra, ya que “no todos los modelos valen para
todos los objetos; de ahí que la multiplicidad de objetos a estudiar dentro de ese gran
objeto de estudio que es la realidad social o el ser humano en sociedad exija pluralidad
de orientaciones teóricas” (García Ferrando y Lagardera Otero: 1998:15); máxime en lo
relativo a un fenómeno de tal magnitud y complejidad como es el deportivo.
5 Bajo la perspectiva funcionalista son destacables los trabajos de Loy (1978), Lüschen (1981), Leonard
(1984) y Kenyon (1986). En el caso de la perspectiva marxista de la sociología del deporte, ésta se encuentra
abanderada por el grupo PARTISANS (1972) y por otros autores tales como Rigauer (1969), Brohm (1978) y
Hargreaves (1986). La perspectiva figurativa ha sido desarrollada principalmente por Elias y Dunning (1982) y
sus críticos —Mennell (1989), entre otros. En el atañe a la perspectiva estructuralista, ésta ha sido aplicada al
deporte por parte de autores como Pociello (1981), Vigarello (1988) y Parlebas (1988). Desde el interaccionismo
simbólico, han analizado el deporte Weis (1979), Marsh, Rosser y Harré (1978), entre otros. Finalmente, en
el estudio social del deporte desde la perspectiva feminista destacan los trabajos de Messner (1985), Klein
(1990), Renzetti y Curran (1995) y Brackenridge (1997).
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No obstante el peso que pueden haber ejercido estas perspectivas teóricas de la
sociología en el estudio del deporte, la realidad en España no nos permite llevar a cabo
una lectura comparable. En lo que concierne a la situación experimentada en este país
en la producción empírica de conocimientos en esta área, debemos limitarnos a establecer
una valoración sobre las aportaciones de la sociología del deporte a partir de las
principales temáticas que han ocupado el interés de los investigadores, a saber: 1) el
significado del deporte; 2) la estructura social del deporte (hábitos, comportamientos y
actitudes deportivas); 3) el deporte como elemento de socialización o el deporte en el
ámbito de la educación física; y 4) el sistema organizativo y la mercadotecnia en el deporte.
Esta delimitación es diferente de la que hacen otros sociólogos dedicados al estudio de
la Sociología del deporte en España (Puig, 1996; García Ferrando, 1998; Mosquera y
Martos, 2001; y Mosquera y Puig, 2003), que la estructuran en tres áreas: evolución y
significado del deporte, organización del deporte y actitudes sociales hacia el deporte.
Entre estas áreas temáticas delimitadas, la primera, el significado del deporte, es
quizá una de las más desarrolladas. En efecto, son muchos los sociólogos del deporte
que han tenido la necesidad de aclarar este término en sus diversos trabajos, sobre todo
en su preocupación por conocer el origen de esta actividad y las funciones sociales que
cumple en la sociedad contemporánea. Así, Cagigal (1981) trató esta cuestión desde una
perspectiva humanística; García Ferrando (1990) ha venido haciendo lo propio desde el
interaccionismo simbólico; Martínez del Castillo et al. (1991, 1992 y 2005) enfatizaron en el
pasado el carácter económico del deporte y en nuestros días se refiere en un sentido más
estructuralista; Lagardera (1992 y 1993) recurre al análisis de las perspectivas figuracionistas
para abordar este concepto; Barbero (1993) trata de conceptualizar este fenómeno
desde una perspectiva de carácter más marxista; etc.
En cualquier caso, lo cierto es que todos los análisis han puesto de relieve el carácter
complejo y multifuncional de esta actividad, algo que ya reconoce la Carta Europea del
Deporte de 1992, donde se entiende al deporte como “toda forma de actividad física que,
mediante la participación casual u organizada, tienda a expresar o mejorar la condición
física y el bienestar mental, estableciendo relaciones sociales u obteniendo resultados en
competición a cualquier nivel” (UNISPORT, 1993:5). Esto significa que también aparecen
nuevas formas deportivas y, por tanto, resulta necesario actualizar los significados de
esta actividad. Así, por ejemplo, en torno a esta preocupación se abordará el análisis
sobre el significado turístico y recreativo del deporte (Latiesa Rodríguez, 2000; Latiesa
Rodríguez et al., 2001); el significado de los neodeportes, también denominados de
aventura, naturaleza o riesgo (Olivera, 1995; Moscoso, 2003), o el carácter saludable de
las actividades físico-deportivas (Martínez del Castillo et al., 2005; Latiesa Rodríguez et
al., 2002).
En lo que concierne a la segunda de las áreas temáticas, la relativa a la estructura
social del deporte, también ha habido una interesante producción científica. Podemos
decir que esta área se ha desarrollado casi de manera paralela a la primera, dado
que ambas responden a las condiciones que caracterizaron a la institucionalización
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del deporte y de la propia sociología del deporte a comienzos de los años ochenta.
García Ferrando fue uno de los que iniciaron esta línea de análisis, a través de la
citada Encuesta de Hábitos Deportivos de los Españoles (1982, 1986, 1991, 1997 y
2001), a la que se han sumado desde entonces otras muchas encuestas de carácter
autonómico y local, realizadas por éste y otros sociólogos. También contribuyeron a su
inicio otros autores, como Puig, Martínez del Castillo y el grupo APUNTS (1985), que
centraron sus análisis en aspectos más específicos, tales como el deporte para todos,
y otros sociólogos que abordaron la cuestión de los itinerarios deportivos (Mosquera
y Puig, 1998), los estilos de vida (Puig, 1998; Latiesa Rodríguez y Martos, 1998), las
relaciones de género en la práctica deportiva (Buñuel, 1994; Díez Mintegui, 1996;
Puig, 1986; Durán, 1987), la edad en el deporte (García Ferrando, 1993; Martínez del
Castillo et. al., 2005), etc. Asimismo, una mirada muy singular en esta área, pese a ser
poco conocida, ha sido la desarrollada por Rodríguez Díaz (1998 y 2001) desde una
perspectiva fenomenológica, pues ha permitido esclarecer aspectos muy interesantes
sobre la construcción social de los espacios deportivos.
En relación con la tercera área temática, la de la socialización y/o la educación física
en el deporte, ésta ha ocupado un lugar menos destacado en el ámbito de la sociología
del deporte en España. Es cierto que en los Congresos de la AEISAD ha tenido una
presencia más relevante el análisis de este binomio, pero dicha presencia no ha estado
muy representada por los especialistas de sociología del deporte, sino por otros sectores
profesionales —en concreto, los profesores de educación física. Prueba de ello es que
han sido pocas las comunicaciones que abordaran la relación entre la educación física y
el deporte presentadas a los distintos congresos de la FES. No obstante, en el caso de los
trabajos que se han presentado a estos Congresos, la mayor parte han tratado aspectos
relativos a la socialización de valores sobre calidad de vida y salud, el respeto al medio
ambiente y la cultura de la tolerancia (Durán, 1998 y 1999; Mosquera, 1998; Mosquera et.
al., 2001); los hábitos y comportamientos deportivos en edad escolar (Trillo, 1990; Fraile,
1998 y 2001); y también otras cuestiones de carácter profesional sobre el Currículum en
la formación de los profesores y las metodologías de enseñanza empleadas en educación
física (Fraile, 1993; Higinio Arribas, 1998 y 2001; Castañer y Buscá Donet, 2001).
Por último, la cuarta área de análisis señalada es la relativa a las organizaciones y la
mercadotecnia en el deporte. Respecto a esta área hay que decir que en ciertos momentos
(sobre todo, en los años de promoción del deporte popular y tras los Juegos Olímpicos de
Barcelona de 1992) aumentó el número de trabajos sobre cuestiones relativas a la gestión
pública en materia de políticas deportivas (promoción del deporte popular y equipamientos
deportivos) y el deporte espectáculo y de alto nivel. En relación con el primero de estos
temas, se desarrollaron trabajos ya apuntados anteriormente, como por ejemplo los censos
de instalaciones deportivas y la evaluación de las campañas de “Deporte para Todos”.
Asimismo, también fueron importantes los estudios sobre políticas deportivas a nivel local,
sobre fundaciones y patronatos deportivos municipales (Burriel, 1990; García Ferrando,
1986a y 1989; Martínez del Castillo, 1991), y sobre clubes y federaciones deportivas
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(Moreno, 1992 y 1993; Puig, Moreno y López, 1996; Heinemann, 1997). En lo que atañe
al segundo de los temas, pese al interés mediático del deporte espectáculo y de alto
nivel, tampoco han sido muchos los trabajos realizados en el ámbito de la sociología del
deporte. Existen algunas investigaciones que analizan la situación del Deporte Olímpico
en España (García Ferrando, 1996), el papel de los medios de comunicación de masas
en la difusión del deporte (Moragas, 1992) y la violencia en el deporte espectáculo, en
concreto, en el ámbito del fútbol (Durán, 1996; Rodríguez Díaz, 2004).
La calidad y el rigor de los trabajos de investigación científica
En otro orden de cuestiones, uno de los puntos que más preocupación ha suscitado a la
sociología del deporte en España en este tiempo ha sido la escasa calidad y rigor de los
trabajos de investigación científica. Esta cuestión ya ha sido denunciada con anterioridad
por otros autores, como por ejemplo Cagigal (1979:6), que acusaba a la sociología del
deporte de practicar un «empirismo ingenuo», y, más recientemente, otros autores, como
García Ferrando y Mosquera y Puig, harían alusión al tema. García Ferrando, por ejemplo,
señalaría a comienzos de los noventa que “se utiliza la sociología como una perspectiva
intelectual, como un medio para reflexionar socialmente sobre unos fenómenos como son el
ocio y el deporte [...] Son muy escasos los trabajos de investigación que se realizan desde
una perspectiva sociológico-científica, esto es, con la pretensión de desarrollar modelos
teóricos, de acumular conocimientos empíricos y de contrastar hipótesis que permitan
el avance del pensamiento teórico en los campos del ocio y el deporte” (1998:268). Por
su parte, Mosquera y Puig señalaban más recientemente que “todavía queda mucho por
hacer desde un punto de vista teórico, empírico y metodológico” (2003).
A hablar de escasa calidad y rigor de los trabajos de investigación científica se hace
referencia, en concreto, a tres cuestiones:
1ª. El predominio de análisis de escaso contenido empírico. En general, en el ámbito
de la sociología del deporte suelen predominar los trabajos de reflexión, que, además,
no se apoyan en los grandes postulados teóricos de la sociología general, sino que se
limitan a describir procesos sociales con teorizaciones de sentido común, careciendo, en
consecuencia, de rigor científico.
2ª. En coherencia con lo anterior, también se hace referencia al abuso de análisis de
carácter descriptivo, o lo que se denomina empirismo abstracto o crudo. Esta situación
revierte en una escasa profundización de los datos obtenidos a través de la investigación
aplicada y, por tanto, en el tipo de interpretación y comprensión de las realidades relativas
al deporte.
3ª. El escaso y mal empleo de las técnicas de investigación social. En relación con
esta cuestión, los tipos de técnicas que han predominado ha sido la encuesta, que en
muchas ocasiones ni siquiera se ha realizado de manera presencial (son comunes las
encuestas que se realizan por Internet y, sobre todo, distribuyéndolas entre los propios
profesionales de este ámbito: alumnos, profesores, técnicos y otras poblaciones estudiaLA
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das), que además no suelen apoyarse en criterios metodológicos serios (por ejemplo,
es habitual el uso de encuestas que se aplican sin diseño muestral); y la observación
participante, como técnica cualitativa más extendida (una técnica que suele emplearse
para constatar que se ha observado el fenómeno que se estudia, que se ha realizado
trabajo de campo).
Ahora bien, las causas que contribuyen a explicar esta situación hay que buscarlas
en los siguientes factores:
1) En relación con los investigadores, el hecho de que sean pocos los sociólogos que
se dedican al estudio social del deporte puede considerarse una cuestión determinante.
El caso es que este fenómeno nunca ha sido un tema de especial interés para nuestro
colectivo, motivo por el cual otras comunidades académicas (fundamentalmente, los
licenciados en ciencias del deporte) han ido ocupando un papel más activo en esta área.
En ello influyen, además, otras dos cuestiones: una es el hecho de que la asignatura de
sociología del deporte se haya dado siempre en los Institutos Nacionales de Educación
Física (INEF), dificultando que este objeto de preocupación tuviera una mayor difusión
entre los propios sociólogos; y otra es el hecho de que en la FES el grupo de trabajo de
sociología del deporte nunca haya alcanzado un estatus con entidad propia, sino que ha
sido aglutinado dentro de un conjunto diverso de temáticas (ocio, turismo y deporte), lo que
ha podido dar lugar a una dispersión de los esfuerzos de quienes podrían estar interesados
en agruparse en torno a un mismo objeto de estudio. Por lo demás, el hecho de que muchos
de los profesionales que realizan estudios sociales en el ámbito del deporte carezcan de
formación sociológica (tanto teórica como metodológica) podría estar provocando ciertas
carencias y sesgos de carácter teórico y técnico en los resultados de investigación.
2) En relación con los trabajos de investigación, hasta nuestros días no se ha producido
una acumulación de resultados empíricos con el suficiente peso —o, al menos,
no en el mismo grado que en otras áreas de estudio— y, más aún, no hay demasiada
investigación sobre deporte realizada por los propios sociólogos. En mi opinión, en ello
puede influir, además de las razones arguidas anteriormente, el carácter instrumental
de los sociólogos. En el ámbito de la sociología suele predominar un cierto oportunismo
ante la elección de los temas de estudio que, en relación con el tema que aquí se trata,
poco interés ha despertado hasta ahora en nuestra comunidad científica. Por esa
razón, a los que nos dedicamos a estos temas puede que hasta se nos haya tachado
de románticos, humanistas y algo quijotescos, tal como apuntara hace tiempo en esta
misma revista González Fernández, para quien “la connotación vulgar o frívola que
—por contraposición con la ‘alta cultura’— tiene el deporte desde cualquier posición en
el espectro ideológico, es sin duda el escollo principal que ha de superarse en la larga
marcha de aproximación que nos llevará a culminar el empeño de construir conocimiento
en el ámbito de la sociología del deporte [...] así, la desdeñan los sociólogos y
la desprecian los deportistas, como expone Pierre Bourdieu en Cosas Dichas” (2003:
241); algo en lo que puede influir los escasos recursos existentes para la realización
de estudios sociales aplicados al deporte.
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3) En relación con las instituciones administrativa, académica y científica, éstas también
tienen una enorme responsabilidad a este respecto. En efecto, salvo en contados
momentos, en general, desde comienzos de los años ochenta a nuestros días se ha
podido observar una cierta irresponsabilidad pública en lo que atañe al estudio social del
deporte en España. Por un lado, en algunos ámbitos de la Administración (sobre todo,
en los niveles estatal y regionales), sólo determinados fenómenos deportivos (el deporte
para todos, los hábitos y comportamientos deportivos de la población, las instalaciones
deportivas, el deporte olímpico y de competición y la violencia en el deporte) han suscitado
una preocupación tal que les llevase a afrontar esta realidad apoyándose en la
investigación sociológica. Por otro lado, a otros niveles más concretos (a nivel local y de
clubes públicos y privados deportivos) la preocupación por el deporte sólo ha motivado
el estudio orientado a la mejora de la calidad de la gestión, sobre todo en términos de
competitividad, dado que la oferta de servicios deportivos experimenta un progresivo
incremento. Esto ha llevado a una situación en la que se produce cada vez una mayor
necesidad de obtener datos relativos a las demandas deportivas de la población y la valoración
de los servicios y las instalaciones públicas y privadas. Por lo tanto, podemos decir
que ha aumentado el interés por la obtención de información para la mejora en la gestión
de los servicios y las instalaciones deportivas, si bien, dado que los recursos destinados
a satisfacer esta demanda de información no se incrementan, los niveles de calidad de
la información obtenida no son muy elevados. En lo que concierne expresamente a los
ámbitos académico y científico, la situación no es del todo diferente a la que se da en el
ámbito de las administraciones pública y privada.
CONCLUSIONES Y RETOS DE FUTURO
Tras este análisis sobre el estado de la cuestión de la sociología del deporte en España,
cabe esperar al menos una breve reflexión sobre lo que es posible augurar respecto a
esta especialidad en el futuro. Por lo pronto, basta con decir que el bagaje acumulado
durante este tiempo en el estudio sociológico del deporte —pese a las condiciones en
que se ha desarrollado y las debilidades académicas y científicas que en este artículo se
han denunciado— y, sobre todo, el nuevo contexto que caracteriza al deporte en estos
momentos, permiten atisbar una etapa apasionante para esta especialidad de la sociología,
que, en todo caso, se ve abocada a hacer frente a varios retos de manera urgente.
Considero que una de las necesidades más importantes a las que tiene que hacer
frente la sociología del deporte en los próximos años es la de marcarse unos objetivos
claros sobre lo que quiere, y eso significa varias cosas. En primer lugar, significa replantearse
su forma de trabajo, es decir, abrir canales de comunicación con los colegas que
se dedican al mismo objeto de investigación, lo cual, en última instancia, implica actuar
de manera cooperativa y corporativa. Para ello, una de las medidas más inmediatas
sería crear un grupo de trabajo exclusivamente dedicado a la “sociología del deporte” en
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el seno de la FES, con objeto de generar así entidad propia entre los investigadores de
esta especialidad.
En segundo lugar, al hilo de lo anterior, este espacio de encuentro con entidad propia
debe suscitar la renovación de su cuerpo teórico y metodológico, es decir, debatir y juzgar
el tipo de análisis que se está desarrollando en el estudio del deporte y valorar cuál es la
imagen pública de la sociología del deporte en España en el ámbito de la administración y
en los circuitos científicos nacionales e internacionales. En última instancia, esto significa
que es necesario establecer e institucionalizar los criterios propios del corpus sociológico
para hablar de investigación sociológica en el más estricto sentido del término.
En tercer lugar, una vez aclarados los criterios que deben orientar a nuestra especialidad
en los próximos años, es necesario abordar el análisis de ciertas áreas que
están desatendidas en estos momentos y profundizar en el de aquellas otras que aún se
encuentran poco desarrolladas, como, por ejemplo, la cuestión de la violencia, el dopaje y
los neodeportes. Como ya se apuntó en la introducción, el deporte es un sistema abierto y,
por lo tanto, se trata de un fenómeno cada vez más complejo. Por ello, se hace necesaria
igualmente una sociología cada vez más empírica, que haga uso de planteamientos metodológicos
avanzados y discurra en el marco de la sociología académica contemporánea,
común para el estudio de los fenómenos globales que ocurren en nuestra sociedad.
En cuarto y último lugar, como ya han defendido otros autores desde hace tiempo
(Puig, 1996; Mosquera y Puig, 2003), uno de los retos a los que debe hacer frente la
sociología del deporte en España es al de su internacionalización, algo que ha de entenderse
de la siguiente manera: la capacidad para innovar en el desarrollo del estudio
sobre los fenómenos deportivos y obtener resultados de rigor científico —que tengan, por
tanto, un cierto impacto académico, permitiendo así que sean un referente en el ámbito
internacional de la sociología del deporte—; una mayor participación en los encuentros
académicos que organizan las asociaciones internacionales de sociología del deporte;
un incremento del número de contribuciones a revistas internacionales de sociología del
deporte; y, también, la integración del grupo de trabajo de “sociología del deporte” de la
FES en la International Sociology of Sport Association (ISSA) y la European Association
for the Sociology of Sport (EASS).
En definitiva, tras esta etapa de consolidación de la que se habló previamente, debe
llegar una etapa de definitiva madurez, que devenga en un sentido cooperativo y corporativo,
científico, académico e internacional. Esta etapa en la que nos encontramos
actualmente es decisiva, porque el derrotero puede ser igualmente la pérdida progresiva
de nuestro posicionamiento en el ámbito de la investigación social del deporte en España,
o bien el definitivo despegue en pos de alcanzar un mayor peso en los circuitos académico,
científico y administrativo. Esperemos, en todo caso, que el derrotero que viva la
sociología del deporte sea este último, el de su revitalización, porque de esta manera
esta especialidad tendrá mayores oportunidades para trabajar en torno a una cuestión
de tal calado en nuestras sociedades como lo es el deporte.
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